Increíble, han pasado cinco años. Casi ni me acuerdo dónde estaba ese día, sólo que estaba en auto camino a alguna parte. La verdad en ese tiempo la venía pasando muy mal por unos temas de enfermedad (y por tanto, en este país, de plata) así que puchas ni me acuerdo si la cuestión en esos mismos días o no me hizo alguna gracia.

Las semanas posteriores uno se unió en lo que pudo, la verdad es que pensar en las marchas y ese tipo de cosas suena idílico - ergo, alejado de la realidad. El joven de a pie con “preexistencias” médicas y con siete cuotas por pagar, tenía que pensar primero en no recaer durante el tratamiento antes que en una quest meteórica de heroísmo barroco para destruir y quemar los registros de las deudas médicas, como si mal no recuerdo un político previo a esos tiempos hizo con las deudas estudiantiles.

Así que mucho más no pude participar hasta cuando la cosa se había chacreado al punto que querían poner a la señora juanita a escribir la Nueva Constitución; la verdad, pensé en su momento en candidatearme a Convencional para tratar de desmarañar un poco el cacho, pero cuando vi el modelo de trabajo para la Convención y las propuestas de primera instancia, me cansé (físicamente). Soy demasiado joven, bello y adeudado para andar perdiendo mi tiempo en comités.

Faltó más, creo yo. No necesariamente “acción”, manoseada como pollo de supermercado, pero sí más actitud. Más “pararse frente al tanque”, o al guanaco si ajustamos para nuestra coyuntura. Más Nico Massú, si se quiere.

Vivo, ahora “algo” más económica y socialmente afianzado, en el Chile de 2024, y se siente fuerte que aún está pendiente desprecarizar a la “clase media”. Pienso que, si el estallido se hubiese manejado como se debía, y se hubiese orientado a las personas que sí era necesario aplastar, hoy no estaría mermado por una deuda médica de hace casi una década.